Hello mis hermosas personitas, espero que estén muy bien :3
Bueno esta vez les traigo una entrada nueva, será un espacio de lectura escalofriante, por el especial de halloween, vas a encontrar 3 historias creepypastas; las primeras dos son recomendaciones que me hicieron dos seguidoras de blog (muchas gracias hermosas) & la última es de mi elección no de mi autoria, le doy los créditos a http://creepypastas.com/ que es de donde saque el relato está un poco larga, pero la historia me gusto mucho. Bueno vamos a empezar, espero que les gusten <3
Nota: Si alguna ya la haz leído, solo pasa a la siguiente
Primer beso~
Soy una chica tranquila, siempre lo he sido, nunca he tenido
problemas con nadie-que yo recuerde- tengo algunas amigas, no me junto mucho
con los hombres, tal vez esa es una de las causas por la cual nunca he tenido
novio… ni tampoco he dado un beso. En mis 15 años de vida no he salido a muchas
fiestas… se puede decir que nunca he hecho alguna locura, siempre que sentía
ése especie de impulso para hacer alguna maldad, por muy pequeña que fuera me
la reprimía “no, está mal, no debo hacerlo” me decía a mí misma, así calmaba mi
adrenalina la que sentía que poco a poco se acumulaba en mi interior, sabiendo
que algún día explotaría.
Siempre a principio de año me empezaba a gustar un niño, lo
miraba de lejos pero él nunca se fijaba en mí, así pasaba todos los años y en
todos me gustaba alguien diferente esperando a que este sí se fijara en mí.
Cierto año comencé a fijarme en un chico, lo conocí a
principio de año, era el amigo de una amiga de otro curso, con el tiempo
comenzamos a hablar nos volvimos amigos-mi primer amigo hombre cercano- lo
empecé a conocer mejor y me comenzó a gustar. Me tenía confianza, era muy
simpático y muy tierno conmigo, incluso prefería pasar recreos conmigo que con
sus amigos, lo que me hizo pensar que yo también le podía gustar-¡Por fin! ¡Por
fin alguien que me gustaba se fijaba en mi!- pero no había nada confirmado. Una
vez me confesó que nunca había tenido novia y que tampoco había dado un beso,
me conmovió por que sentía lo mismo que yo.
A final de año pasábamos mucho tiempo juntos, me gustaba
mucho pero aun no me atrevía a decírselo, aunque la mayoría ya se había dado
cuenta… menos él. Una vez estábamos conversando por facebook –era la última
semana de colegio y yo estaba desesperada pensando como decírselo- y de la nada
me escribió “eres linda”, entonces le escribí de vuelta “gracias, tu también” y
él me respondió “en serio? xD” y entonces le conteste “sí, me gustas” era la
única forma de declararme, en persona no me hubiera atrevido, “tú también me
gustas” me contesto, mi corazón comenzó a latir muy fuerte y sentí que una
alegría desbordante se apoderaba de mi, quería saltar de alegría… pero no… me
calme me controle y solo me digne a sonreír-aun estando sola en mi habitación-
no imaginaba como lo haría mañana, como podría verlo a la cara, como
controlaría mi impulso por correr abrazarlo y besarlo, sabía que si lo hacía me
verían raro, pero si no ¿Qué creería él?. Al día siguiente lo mire de lejos y
él se acerco a mi sonriendo-yo tampoco pude evitar hacerlo- me llevo a un
rincón algo mas privado y dijo que le confirmara en persona lo que el día
anterior le había confesado por Internet, lo hice y el también lo confirmo, lo
mire, quería besarlo pero me daba miedo, no sé por qué, no por mi sino por él,
era una sensación extraña y no muy agradable pero la ignore.
Durante los últimos días de clases pasábamos de la mano, aun
no nos besábamos, decidimos juntarnos un día cuando saliéramos por fin de
clases. Ese día llegue, nos encontramos, caminamos un rato de la mano hasta
llegar a una plaza alejada donde casi no circulaba gente, nos sentamos en el
pasto, nos abrazamos y conversamos un rato. Hasta que en un momento ambos
quedamos en silencio y nos miramos ¡Me robo un beso! Un corto beso que me llevo
a robarle yo uno, y otro, y otro, y otro más, era la sensación más rica que
había sentido en toda mi vida, no quería parar de besarle, de apretar sus
labios con mi boca, sus jugosos y carnosos labios. Sentí esa adrenalina, la que
siempre había sentido, que aparecía cada vez que quería hacer algo malo, pero
esta vez no pude reprimirla y se apodero de mí, todos estos años guardándola en
mi interior provocaron que explotara en algo mortal. No pude detenerme, él
trato de alejarme, lo estaba dejando sin aire, sin poder respirar, cada vez
apretaba mas sus labios, los mordía fuerte, eran tan deliciosos, sentía que
quería comerme sus boca, mordí tan fuerte sus labios que llegaron a sangrar y
él trato de gritar y de empujarme pero no pudo, mi adrenalina era tal que lo
tenía atrapado entre mis brazos, abrazado entre mis garras, esa sangre de sus
labios me éxito más, lo mordí más fuerte, desgarre la carne de sus labios ,
esos exquisitos labios, los mastique sabrosamente mientras él gemía
terriblemente de dolor, moviendo su lengua desesperada mente tratando de lograr
concebir un palabra”¡Suéltame!”, la mordí fuertemente y se la extirpe de su
boca, chorreaba la sangre de su garganta a la vez que un último grito
desgarrador salía de ella, era tan deliciosa, húmeda y carnosa, su sangre
brotando de la carne colgante de su boca muerta, estaba tibia aun, la bebí, la
mordí para beber más de la sangre de quien por fin se había fijado en mi, era
tan delicioso sentir su sangre desbordante en mi boca, boca chorreada de la
sangre de quien tanto me había gustado… ¡Por fin! ¡Por fin había dado mi primer
beso!
No leas esto ~
Debes
creerme. Tengo que darte un consejo y tú debes seguirlo sin preguntar: debes
dejar de leer esto y pasar directamente hasta el último párrafo. Hazlo sin leer
cualquier otro párrafo, y hazlo ahora. Por favor… confía en mí.
Lo que
ocurra ahora es completamente tu culpa. Fallaste la prueba y ahora estás en
peligro. Yo no quería escribir esto, Ellos me hacen es escribirlo. Mis dedos
están sobre el teclado, y tus ojos en estas palabras. Pase lo que pase, no
mires hacia otro lado que no sean estas palabras. Continúa leyendo hasta que yo
diga lo contrario. Y cuando te diga lo contrario, haz exactamente lo que diga.
Porque si no lees esto exactamente como te estoy diciendo, morirás. Escucha
cuidadosamente. Primero, debes saltarte el párrafo que le sigue a éste. Sin
importar lo que hagas, nunca debes leer el párrafo continuo a éste. Debes
ignorarlo completamente, evitando que tus ojos bajen hasta el párrafo que le
sigue a éste. Prométemelo. Por el bien de los que te aprecian. Ésta es tu única
oportunidad para redimirte por no haber confiado en mí hace un momento. Sáltate
el párrafo continuo a éste, y haz lo que se te pida.
El párrafo
prohibido: Tenías que hacerlo, ¿no? Ellos sabían que lo harías. Nada de lo que
intentes ahora hará alguna diferencia. Si hay personas a las que ames,
llámalas. Diles lo que cualquier otra persona diría a sus seres queridos cuando
sabe que está a punto de morir. Resuelve cualquier problema. Haz tus últimas
labores. Porque desde este momento, te mantendrás con vida sólo hasta que puedas
permanecer despierto. La próxima vez que duermas, será la última. Ellos te
están mirando. Están escuchando tus pensamientos. Esperarán por ti; y cuando
caigas dormido, Ellos vendrán por ti. Debes confiar en mí.
Si te
saltaste el párrafo de arriba, lo has hecho bien. Pero tus problemas aún no han
terminado. Por haber confiado en mí durante la segunda pregunta, te has dado a
ti mismo una oportunidad para vivir. Esto es lo que necesitas saber: Ellos te
están mirando. Ellos están escuchando tus pensamientos. Ellos están esperando
que cometas un error. Debes extraer la sangre de alguien a quien tú ames. Una
gota, eso es todo, y colócala en tu lengua. Eso es lo que Ellos quieren. Es lo
que necesitan. Ellos están dentro de ti ahora, y están esperando. Si por alguna
razón en el transcurso del siguiente día hasta que caigas dormido no ofreces la
sangre de tu ser querido, nunca volverás a levantarte. Sigue esta advertencia.
Y nunca, nunca regreses y leas el párrafo prohibido. Confía en mí.
Si seguiste
mi advertencia del primer párrafo, bien hecho. Puedes dejar de leer ahora. Pero
nunca, nunca te atrevas a regresar y leer los párrafos que te saltaste. Debes
confiar en mí. Y por favor, deséame suerte. Estoy cansado. Tan cansado, no te
imaginas cuánto…
Hora de dormir ~
Se supone que la hora de dormir debe ser un momento feliz
para un niño cansado; para mí era aterrador. Mientras algunos niños pueden
quejarse por ser enviados a la cama antes de que hayan terminado de ver una
película o jugar su videojuego favorito, cuando yo era un niño, la noche era
algo a lo que temer realmente. En algún lugar de mi mente lo sigue siendo.
Como alguien que ha sido instruido en las ciencias, no puedo
demostrar que lo que me pasó fue objetivamente real, pero puedo jurar que lo
que experimenté fue terror genuino. Un miedo que en mi vida, me alegro de
decir, nunca ha sido igualado. Voy a relatarles todo lo mejor que pueda;
tómenlo como mejor les convenga. Yo estaré contento con sólo sacarlo de mi
pecho.
No puedo recordar exactamente cuándo inició, pero mi
aprensión hacia conciliar el sueño parecía corresponder con haber sido
trasladado a una habitación propia. Tenía ocho años de edad entonces, y hasta
ese momento había compartido una habitación con mi hermano mayor. Como es
perfectamente comprensible para un niño cinco años mayor que yo, mi hermano
finalmente pidió una habitación para él solo y, como resultado, se me entregó
la habitación en la parte trasera de la casa.
Era una habitación pequeña, estrecha, y sin embargo
extrañamente alargada, lo suficiente como para alojar una cama y un par de
muebles, pero no mucho más. Realmente no podía quejarme; incluso a esa edad,
comprendía que no teníamos una casa grande y no tenía ningún motivo válido para
estar decepcionado, puesto que mi familia era tanto amorosa como protectora.
Fue una infancia feliz, durante el día.
Una ventana solitaria daba a nuestro jardín trasero, nada
fuera de lo común, pero incluso durante el día la luz que se colaba en esa
habitación parecía casi vacilante.
Mientras que mi hermano recibió una nueva cama, a mí me
dieron la litera que solíamos compartir. Aunque me sentía mal por tener que
dormir a solas, estaba emocionado ante la idea de poder dormir en la cama de
arriba, lo que me parecía mucho más audaz.
Desde la primera noche recuerdo una extraña sensación de
malestar abriéndose paso desde el fondo de mi mente. Me tumbé en la cama de
arriba, observando mis figuras de acción y coches regados sobre la alfombra
azul. En tanto batallas y aventuras imaginarias tenían lugar entre los juguetes
del piso, no podía evitar sentir que mis ojos estaban siendo lentamente
arrastrados hacia la litera de abajo, como si algo se moviera en el rabillo del
ojo. Algo que no quería ser visto.
La cama estaba vacía, hecha impecablemente con una manta
azul oscuro que cubría parcialmente dos almohadas blancas algo flácidas. No
reflexioné más sobre ello en aquel momento, era un niño, y el ruido de la
televisión de mis padres deslizándose por debajo de mi puerta me envolvía en
una cálida sensación de seguridad y bienestar.
Me quedé dormido.
Al ser despertado de un sueño profundo por algo en
movimiento, agitándose, te puede tomar un momento para realmente darte cuenta
de lo que está sucediendo. El velo del sueño se cierne sobre tus ojos y oídos
incluso cuando estás lúcido.
Algo se movía, no había ninguna duda al respecto.
Al principio no estaba seguro de lo que era. Todo estaba
oscuro, casi completamente negro, pero entraba suficiente luz desde afuera como
para distinguir los contornos del estrecho y sofocante cuarto. Dos pensamientos
aparecieron en mi mente simultáneamente. El primero era que mis padres seguían
en la cama, porque el resto de la casa estaba a oscuras, y en silencio. El
segundo pensamiento se concentró en el ruido. Un ruido que obviamente me había
despertado.
Mientras las últimas telarañas del sueño se desvanecían de
mi mente, el ruido tomó una forma más familiar. A veces el más simple de los
sonidos puede ser el más desconcertante; una brisa fría meciendo un árbol, los
pasos de un vecino incómodamente cerca, o, en este caso, el simple sonido de
sábanas revolviéndose en la oscuridad.
Eso era, sábanas revolviéndose en la oscuridad como si un
durmiente perturbado estuviera tratando de ponerse cómodo en la cama de abajo.
Me quedé inmóvil, reteniendo el pensamiento de que el ruido era o mi
imaginación, o tal vez sólo mi gato buscando en donde pasar la noche. Fue
entonces cuando noté la puerta, cerrada como lo había estado antes de que me
quedase dormido.
Quizá mi madre había venido a chequearme y el gato se había
escabullido en mi habitación.
Sí, eso debió de haber sido. Me volví hacia la pared,
cerrando los ojos con la vana esperanza de que pudiera volver a dormirme.
Mientras conciliaba el sueño, el movimiento de debajo de mí cesó. Pensé que
había espantado a mi gato, pero pronto me di cuenta de que el visitante en la
cama de abajo era mucho menos mundano que mi mascota tratando de dormir, y
mucho más siniestro.
Como si hubiera sido molestado, descontento por mi
presencia, el durmiente perturbado comenzó a revolverse y girar violentamente,
como un niño haciendo un berrinche en su cama. Podía oír las sábanas torcerse y
girar con una ferocidad cada vez mayor. El miedo se apoderó de mí entonces, no
en la misma manera sutil en que lo había experimentado hace un momento, sino
que ahora era potente y sobrecogedor. Mi corazón se aceleró en tanto mis ojos
se dilataron, escudriñando la oscuridad casi impenetrable.
Dejé escapar un grito.
Como la mayoría de los niños hacen, instintivamente llamé a
mi madre. Podía escuchar pisadas desde el otro lado de la casa, pero en cuanto
di un suspiro de alivio porque mis padres venían a salvarme, la litera de
repente empezó a temblar violentamente como si estuviera siendo sacudida por un
terremoto, chocando repetidamente contra la pared. No me atreví a saltar de la
cama por temor de que la cosa abajo se me acercara y me atrapara, llevándome
hacia la oscuridad, así que me quedé allí, con los nudillos blancos atrayendo
las sábanas hacia mí como un manto de protección. La espera me pareció una
eternidad.
La puerta finalmente, y gracias a Dios, se abrió de golpe,
dejándome inmóvil bajo la luz, mientras que la litera de abajo, el lugar de
descanso de mi visitante no deseado, permanecía vacío y silencioso.
Yo lloraba y mi madre me consolaba. Lágrimas de miedo, y luego
de alivio, corrían por mi cara. Sin embargo, a pesar de todo el horror, no le
dije por qué estaba tan asustado. No puedo explicarlo, pero era como si lo que
sea que hubiera estado en esa cama volvería con que siquiera hablara de ello, o
pronunciara una sola sílaba de su existencia. Si eso era así en verdad, no lo
sé, pero cuando era niño sentí como si esa amenaza invisible se mantuviera
cerca, escuchando.
Mi madre se acostó en la cama vacía, prometiéndome que
estaría allí hasta la mañana. Eventualmente mi ansiedad se calmó, el cansancio
me obligó a dormir de nuevo; pero permanecí inquieto, despertando continuamente
al sonido de sábanas revolviéndose.
Recuerdo que al día siguiente quería ir a cualquier parte,
estar en cualquier parte, excepto en aquella habitación estrecha y sofocante.
Era sábado y pasé jugando afuera muy contento con mis amigos. Aunque nuestra
casa no era grande tuvimos la suerte de tener un extenso jardín en la parte
posterior. Jugábamos allí a menudo, pues gran parte se había dejado crecer y
podíamos ocultarnos en los arbustos, escalar el enorme árbol de sicomoro que
sobresalía por encima de todo, y fácilmente imaginar que estábamos en una
aventura fantástica, en alguna tierra exótica salvaje.
Aunque todo era muy divertido, ocasionalmente dirigía mi
mirada a esa pequeña ventana; ordinaria, delgada, inocua. En el exterior, el
exuberante entorno verde de nuestro jardín acompañado de las caras sonrientes
de mis amigos no pudo extinguir la sensación que recorría mi espina dorsal. La
sensación de que había algo en esa habitación observándome jugar, esperando la
noche cuando estuviera solo, entusiasmadamente lleno de odio.
Puede sonarles extraño, pero cuando mis padres me dejaron
solo de nuevo en esa habitación por la noche, no dije nada. No protesté, ni
siquiera inventé una excusa de por qué no podía dormir allí. Simplemente entré
en la habitación disgustado, subí los pocos escalones hacia la cama de arriba y
luego esperé. Ahora que soy adulto estoy contando a todos acerca de mi
experiencia, pero incluso a esa edad me sentía casi tonto de hablar de algo
para lo que en realidad no tenía evidencias. Estaría mintiendo, sin embargo, si
digo que esa fue la razón principal; todavía sentía que esa cosa se enfurecería
con que siquiera hablara de ello.
Es curioso cómo ciertas palabras pueden permanecer ocultas
de tu mente, sin importar cuán flagrantes o evidentes sean. Una palabra me
llegó esa segunda noche, cuando estaba acostado en la oscuridad solo, asustado,
consciente del cambio en el ambiente; un engrosamiento del aire, como si algo
más lo hubiera desplazado. Al escuchar los primeros movimientos ocasionales de
la ropa de cama de abajo: el primer incremento ansioso en mi ritmo cardiaco.
Esa palabra, una palabra que había enviado al exilio, se filtró a través de mi
conciencia, liberándose de toda represión y tallándose a sí misma en mi mente.
«Fantasma».
En lo que ese pensamiento vino a mí, me di cuenta de que mi
visitante no deseado había dejado de moverse. Las sábanas de la cama yacían tranquilas y
quietas; pero habían sido reemplazadas por algo mucho más aterrador. Una lenta,
rítmica y áspera respiración escapaba de la cosa de abajo. Me podía imaginar su
pecho subiendo y bajando con cada respiración sórdida, sibilante y confusa. Me
estremecí, y deseé, más allá de toda esperanza, que se fuera sin incidentes.
Entonces
algo inconfundiblemente escalofriante sucedió: se movió. Se movió de una manera
diferente que la de antes. Cuando se agitaba en la cama parecía inmotivado,
descontrolado, casi animal. Este movimiento, sin embargo, fue impulsado por la
conciencia, con propósito, con un objetivo en mente. Pues esa cosa que yacía en
la oscuridad, esa cosa que parecía estar decidida a aterrorizar a un niño,
tranquilamente y con indiferencia, se sentó. Su dificultosa respiración se
había vuelto más ruidosa ahora que sólo un colchón y unas cuantas tablillas
delgadas de madera separaban mi cuerpo de ello.
Me quedé
inmóvil, mis ojos se llenaron de lágrimas. Un miedo que las meras palabras no
pueden expresar ni a ustedes ni a nadie corría por mis venas. Me imaginé cómo
luciría esa cosa sentada ahí, escuchando desde debajo de mi colchón, esperando
obtener la más mínima señal de que estaba despierto. La imaginación entonces se
convirtió en una realidad desconcertante. Comenzó a tocar las tablillas de
madera sobre las que mi colchón se sostenía. Parecía que las tocaba con
cuidado, llevando lo que me imaginaba que eran dedos y manos a lo largo de la
superficie de la madera.
Luego, con
mucha fuerza, hizo presión entre dos tablillas, en el colchón. Incluso a través
del relleno, se sintió como si alguien me hubiera metido violentamente sus
dedos en mi costado. Dejé escapar un alarido y la sibilante y temblorosa cosa
en la cama de abajo respondió a ello haciendo vibrar la litera, como lo había
hecho la noche anterior.
Una vez más
fui bañado en luz, y allí estaba mi madre, amorosa, preocupándose por mí como
siempre lo hacía, con un abrazo reconfortante y palabras tranquilizadoras que
eventualmente atenuaron mi histeria. Por supuesto, ella me preguntó lo que me
pasaba, pero no pude decirle, no me atreví a decirle. Simplemente dije una
palabra una y otra y otra vez.
«Pesadilla».
Este patrón
de acontecimientos continuó durante semanas, si no meses. Noche tras noche me
despertaba al sonido de sábanas revolviéndose. Gritaba cada vez, como para no
darle a esa abominación tiempo para que me tocara y me «sintiera». Con cada
grito la cama se sacudía violentamente, deteniéndose con la llegada de mi
madre, quien pasaría el resto de la noche en la cama de abajo, aparentemente
ignorante de la fuerza siniestra que torturaba a su hijo por las noches.
En varias
ocasiones me las arreglé para fingir estar enfermo y pensé en otras razones
no-del-todo-ciertas para dormir en la cama de mis padres, pero la mayoría de
las veces estaba solo en ese lugar por las primeras horas de cada noche.
Con el
tiempo puedes desensibilizarte de casi cualquier cosa, sin importa cuán
terrible sea. Me había llegado a dar cuenta de que, por cualquier razón que
fuera, esa cosa no podía hacerme daño cuando mi madre estaba presente. Estoy
seguro de que lo mismo se aplicaría con mi padre, pero por más amoroso que él
fuera, despertarlo de su sueño era casi imposible.
Después de
unos meses me había acostumbrado a mi visitante nocturno. No confundan esto con
una amistad sobrenatural, yo detestaba la cosa. Aún le temía sobremanera, ya
que casi podía sentir sus deseos y su personalidad, si se le puede llamar así;
una llena de un odio perverso y retorcido que me anhelaba, tal vez de entre
todas las cosas.
Mis mayores
temores se hicieron más patentes durante el invierno. Los días eran cortos, y
las noches más largas proveían a ese desgraciado de más oportunidades. Fue un
tiempo difícil para mi familia. Mi abuela, una mujer maravillosamente amable y
gentil, se había deteriorado grandemente desde la muerte de mi abuelo. Mi madre
estaba haciendo todo lo posible para mantenerla en su vecindario, pero la
demencia es una enfermedad degenerativa y cruel, despojando a la persona de sus
recuerdos un día a la vez. Pronto ella dejó de reconocernos, y quedó claro que
tendría que ser trasladada de su casa a un hogar de ancianos.
Antes de
que pudiéramos moverla, mi abuela tuvo unas noches particularmente difíciles y
mi madre decidió que se quedaría con ella. Por mucho que amaba a mi abuela y no
sentía más que angustia por su enfermedad, hasta el día de hoy me siento
culpable de que mis primeros pensamientos no fueran sobre ella, sino de lo que
mi visitante nocturno me podría hacer en caso de que se percatara de la
ausencia de mi madre; su presencia siendo lo único de lo que estaba seguro que
me protegía de todo el horror que esa cosa podría llegar a hacerme sentir.
Me apuré a
mi casa después de la escuela ese día, y de inmediato quité las sábanas y el
colchón de la cama de abajo, colocando sobre las tablillas un viejo escritorio,
una cajonera y algunas sillas. Le dije a mi padre que estaba «haciendo una oficina»,
lo que encontró adorable, pero ni en broma le daría a esa cosa un lugar para
dormir por otra noche más.
Cuando la
oscuridad se acercaba, no sabía qué hacer. Mi único impulso fue el de recoger
del joyero de mi mamá un crucifijo pequeño que había visto antes allí. Aunque
mi familia no era muy religiosa, a esa edad yo todavía creía en Dios y tenía la
esperanza de que de alguna manera eso me protegería. A pesar de mi miedo y
ansiedad, mientras apretaba el crucifijo debajo de mi almohada con una mano, el
sueño eventualmente llegó. Esperé despertarme por la mañana sin mayor
incidencia; desafortunadamente, esa noche fue la más terrorífica de todas.
Me desperté
gradualmente. La habitación estaba una vez más a oscuras. En lo que mis ojos se
acostumbraban empecé a distinguir poco a poco la ventana y la puerta, las
paredes, algunos juguetes en un estante y… Incluso hasta el día de hoy me
estremezco al pensar en ello, pues no había ningún ruido. Ninguna agitación de
las sábanas. Ningún movimiento en absoluto. La habitación se sentía sin vida.
Sin vida, mas no vacía.
Mi
visitante nocturno, esa desagradable y sibilante cosa llena de odio que me
había aterrorizado noche tras noche, no estaba en la cama de abajo, ¡estaba en
mi cama! Abrí la boca para gritar, pero no emití palabra. El terror absoluto
había suprimido el sonido de mi voz. Me quedé inmóvil; si no podía gritar, no
quería hacerle saber que estaba despierto.
Hasta ese
momento no lo había visto, sólo podía sentirlo. Se ocultaba bajo mi sábana.
Podía ver su contorno, y podía sentir su presencia, pero no me atreví a mirar.
Su peso recaía sobre mí, una sensación que nunca olvidaré. Cuando digo que las
horas pasaron, no exagero. Acostado allí inmóvil, en la oscuridad, horrorizado.
El miedo a
veces puede desgastarte, hacerte un manojo de nervios, dejando sólo el más
mínimo rastro de ti detrás. ¡Tenía que salir de esa cama! Entonces lo recordé,
el crucifijo. Mi mano todavía estaba debajo de la almohada, pero no tenía nada.
Lentamente tanteé alrededor para encontrarlo, minimizando lo mejor que pude el
sonido y las vibraciones que causaba, pero no lo pude encontrar. O lo había
tirado de la cama, o… ni siquiera podía concebirlo: lo habían tomado de mi
mano.
Sin el
crucifijo perdí toda noción de esperanza. Incluso a una edad tan joven, puedes
estar bastante consciente de lo que es la muerte, e intensamente asustado de
ella. Sabía que iba a morir en esa cama si me quedaba allí, pasivo, expectante,
sin hacer nada. Tenía que salir del cuarto, pero ¿cómo? ¿Debía saltar de la cama
y esperar que llegara a la puerta a salvo?, ¿qué si era más rápido que yo? ¿O
debería arrastrarme lentamente fuera de la cama, esperando no despertar a mi
compañero de litera?
Al darme
cuenta de que no hizo nada cuando me moví tratando de encontrar el crucifijo,
empecé a tener las ideas más extrañas.
¿Y si
estaba dormido?
Ni siquiera
había respirado desde que me desperté. Tal vez estaba descansando, creyendo que
finalmente me poseía. Que finalmente estaba en sus garras. O quizá estaba
jugando conmigo, después de todo eso es exactamente lo que había hecho por
incontables noches, y ahora que estaba debajo de ello, apretado contra mi
colchón sin una madre que me protegiera, tal vez sólo lo estaba posponiendo,
saboreando su victoria hasta el último momento posible. Como un animal salvaje
saboreando su presa.
Traté de
respirar tan superficialmente como me fue posible, y reuniendo cada gramo de
coraje que pude, comencé a levantar la sábana con la mano derecha. Lo que
encontré bajo esas cubiertas casi detuvo mi corazón. No lo vi, pero en lo que
mi mano movía la sábana, rozó algo. Algo suave y frío. Algo que sin lugar a
dudas se sentía como una mano delgada.
Contuve la
respiración, asustado, pues ahora estaba seguro de que sabía que estaba
despierto.
Nada.
No se
movía, parecía… muerto. Tras unos momentos llevé la mano un poco más adentro de
la sábana y sentí un antebrazo delgado y mal formado; mi confianza y curiosidad
casi mórbida creció en tanto me movía hacia un bíceps desproporcionadamente
grande. El brazo estaba estirado, acostado sobre mi pecho, con la mano apoyada
en mi hombro izquierdo, como si me hubiera agarrado mientras dormía. Entendí
que tendría que mover ese apéndice cadavérico si quería escapar de sus garras.
Por alguna
razón, la sensación en el hombro de mi ropa siendo arrugada por ese invasor de
la noche me detuvo en seco. El miedo una vez más se acumuló en mi estómago y en
mi pecho, mientras retiraba mi mano con disgusto por el tacto de cabello
desarreglado y grasoso.
No me
atrevía a tocar su cara, pero hasta el día de hoy me pregunto cómo se habría
sentido.
Dios santo,
se movió.
Se movió.
Fue sutil, pero su agarre en mi hombro y a lo largo de mi cuerpo se hizo más
fuerte. No hubo lágrimas, pero por Dios que quería de llorar. Mientras su mano y
brazo se enrollaban en mí, mi pierna derecha tocó la pared que estaba contra la
cama. De entre todo lo que me pasó en esa habitación, esto fue lo más extraño.
Me di cuenta de que la rancia y sofocante cosa que obtenía gran placer de
violar la cama de un niño, no estaba enteramente encima de mí. Estaba saliendo
de la pared, como una araña cazando desde su guarida.
De pronto,
su agarre pasó de un apretón leve a un estrujón repentino; me jaló y arañó mi
ropa, como asustado de que su oportunidad pasara. Opuse resistencia, pero su
brazo esquelético era demasiado fuerte para mí. Su cabeza se alzó,
retorciéndose bajo la sábana. Ahora comprendía hacia dónde era que me estaba
llevando, ¡a la pared! Luché por mi vida, lloré y de pronto mi voz había
regresado, gritando, pero nadie vino.
Entonces
supe por qué estaba tan ansioso, por qué tenía que poseerme en ese instante. A
través de mi ventana, esa ventana que parecía representar tanta maldad desde
afuera, nacía esperanza: los primeros rayos de sol. Seguí luchando, sabiendo
que de aguantar un poco más, se iría. Mientras luchaba por mi vida, el parásito
sobrenatural cambió de táctica, acercándose poco a poco a mi pecho, con su
cabeza ahora asomándose por debajo de las sábanas, sibilante, tosiendo,
jadeando. No recuerdo sus facciones, simplemente recuerdo su aliento contra mi
rostro, fétido y tan frío como el hielo.
A medida
que el sol apareció en el horizonte, ese lugar oscuro, ese cuarto asfixiante
fue purificado, bañado por la luz solar.
Me desmayé
cuando sus dedos flacos rodearon mi cuello, sacando la vida de mi cuerpo.
Fui
despertado por mi padre ofreciéndome desayuno, ¡una vista en efecto
maravillosa! Había sobrevivido a la experiencia más horrible de mi vida hasta
ese momento, y ahora. Despegué la cama de la pared, retirando asimismo los
muebles que creí que harían desistir a esa cosa de tomar una cama. Poco sabía
que intentaría tomar la mía… y a mí.
Nunca le
conté a nadie esta historia. Hasta el día de hoy, aún me despierto cubierto en
sudor frío al sonido de las sábanas revolviéndose, o un jadeo causado por un
resfriado; y ciertamente nunca duermo con la cama contra la pared. Llámenlo
superstición si quieren, pues como he dicho, no puedo descartar explicaciones
convencionales, tales como parálisis del sueño, alucinaciones o una imaginación
demasiado activa, pero puedo decir esto: al siguiente mes mis padres me dieron
su habitación en el otro extremo de la casa y ellos tomaron ese extrañamente
sofocante pero alargado lugar como su dormitorio. Me dijeron que no necesitaban
una habitación espaciosa, sólo una lo suficientemente grande como para alojar
una cama y algunas otras cosas.
Duraron
diez días. Nos mudamos al onceavo.
& eso es todo!!
Bueno esto ha sido todo por esta entrada, espero que les hayan gustado las creepypastas & bueno el caso de esta entrada fue asustarlos un poquito así que si se asustaron ese era el caso, recuerden que estamos en el Creepy Kawaii Time Especial de Halloween muahahaha <3
Bueno yo me despido, que tengan una linda noche & nos leemos en el DIY: Parche de ojo estilo anime!
Recuerda no te vayas sin antes comentar!!
¿Les gusto la entrada? ¿Cual fue su creepypasta favorita? ¿Se asustaron un poquito? ¿Les gustaría una segunda parte de esta entrada?
sa - yo - na - ra!!! <3
ohhhh el gif del final me paro los pelos~!!!jejje estan geniales las historias~~
ResponderBorrarsaludos
hahaha es que si las creepys no las asustaban, el gif tenía que hacerlo CX
BorrarGracias por leer <3
hola solo quería decirte que todos los tutos de halloween que has subido son geniales, hermosos y creativos * - * me serán de mucha ayuda!! :'3 gracias y espero los demás con mucha ansiedad xD :'3 y esto lo leeré mas noche xD tal vez me haga pipi del miedo xD :3 saludos linda<3
ResponderBorrarhahaha no hay de que, & espero que te gusten las creepys<3
BorrarLei los dos primeros y como no soy de las personas que lo pasan bien leyendo este tipo de historias decidi no seguir. La verdad es que la segunda me trabo un poco, aunque estas cosas siempre me ponen mala. En fin, de todos modos estuvieron muy bien. Besos.
ResponderBorrarhahaha ntp :)
BorrarBien echo sora >:( ahora no dormire TnT (corre a hacerse bolita entre sus sabanas) xD el gift hizó de las suyas xD
ResponderBorrarHahahaha >///< lo siento!
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